Las riquezas de las relaciones: la diáspora de la iglesia una misión común

Las riquezas de las relaciones: la diáspora de la iglesia una misión común

Revista Focus CEPE, Junio 2022 CEPE (Comunidad de Iglesias Protestantes de Europa)
Articulo I
I. La existencia de la iglesia. Vocación de la iglesia.
a. La iglesia minoritaria o la comunidad minoritaria se enfrenta a retos y, en algunos casos, a grandes problemas. Sin embargo, hay que hacer una distinción entre los retos tangibles y concretos, como la falta de recursos humanos y económicos, y otros problemas como posibles trastornos de la autoestima y las constantes preocupaciones por el futuro, cuyas consecuencias sobre el comportamiento, la capacidad para pasar a la acción y el potencial de eficacia pueden sentirse, no obstante, como igual de tangibles.
b. En ambos casos, desafíos reales y posible alteración de la autoestima, es conveniente encontrar soluciones. En esta fase es precisamente cuando interviene la reinterpretación del concepto de diáspora, pudiendo transformarse en un verdadero apoyo. La noción, que puede expresarse en sentido figurado, tiene la capacidad de permitir a la Iglesia poder mirarse a sí misma y a los demás, desde el sentido y la misión. De este modo, la Iglesia que se concibe como Iglesia en la diáspora puede vislumbrar nuevas perspectivas, nuevas posibilidades de actuar y un nuevo potencial para el futuro.
c. Una interpretación positiva del concepto de diáspora se adapta, por tanto, a una nueva comprensión de uno mismo, pues el concepto se basa en la idea de que la Iglesia tiene una vocación de estar en el mundo pudiendo ofrecer una demostración muy concreta de ello por su sentido figurado.
d. Notas sobre el concepto de diáspora
La diáspora, con el sentido de diseminación, expresa una relación fundamental entre la Iglesia y el mundo, entre la Iglesia y la humanidad. Así, la idea de que la Iglesia está diseminada pone de relieve que vive en el mudo, en medio de este y en relación con los seres humanos.
En este sentido, que la Iglesia esté diseminada por Dios para que dé buenos frutos tanto para ella misma como para los demás significa que, en tanto que Iglesia diseminada, explora vías para ser testigo con palabras y con hechos de la Buena Noticia de la voluntad universal salvadora y del amor de Dios.
Los dos elementos – el hecho de estar por definición diseminada, así como la misión eclesial- conducen a la Iglesia a llevar una vida de relaciones que le permite ser capaz de cumplir la voluntad del amor de Dios y, entonces, de vivir su propia diseminación. Así pues, la diáspora simboliza el envío de la Iglesia a la misión en el mundo y con la humanidad.
Según el concepto de diáspora presentado aquí, el sentido y la vocación de la diáspora se encuentran en el establecimiento consciente de relaciones enmarcadas en el seguimiento de Cristo, lo cual se expresa mediante el principio rector de la Iglesia con los demás y para los demás.

Si la Iglesia se entiende como diáspora en el sentido de diseminación en el mudo, el reflejo de esto es su vocación. El concepto de diáspora, utilizado en sentido positivo, puede por tanto convertirse en un concepto teológico rector para las Iglesias.
Artículo II
II. A La iglesia de Jesucristo en el mundo: origen común de la diseminación
Diseminación e iglesia de Jesucristo
a. Si la diáspora expresa la vocación de la iglesia, en singular, y la simboliza, esto implica claramente que ninguna iglesia particular puede pretender ser ella la única a la que Dios disemine en el mundo. La iglesia no se da a sí misma su propia vocación, sino que su vocación le es dada. La iglesia de Jesucristo es diseminada por Dios en el mundo para comunicar el Evangelio de la Buena Noticia de la venida del Reino de Dios, como voluntad salvadora y del amor de Dios por el mundo. Cada iglesia que se pone en marcha y que se integra en la diseminación es partícipe de la iglesia de Jesucristo y, por tanto, de su diseminación. En tanto que iglesia de la diáspora, cada iglesia tiene los mismos derechos de participación en una amplia comunidad con la que comparte un mismo origen.
Retomando las palabras de uno de los Padres de la Concordia de Leuenberg, documento fundador de la Comunión de Iglesias protestantes de Europa, el concepto de diáspora contiene una gran fuerza expresiva que no se limita a la situación de las pequeñas minorías confesionales sino que, al contrario, responde a la situación fundamental de la cristiandad en el mundo (Wilhelm Dantine).
Pensar en la diáspora de manera ecuménica
a. Así bien, la Iglesia de Jesucristo está diseminada en el mundo, en las situaciones y contextos más diversos. Con arreglo a su tradición confesional y su historia, las Iglesias pueden concebirse como diferentes aspectos y elaboraciones de una misma diseminación sin poder negar o contradecir que las demás hayan sido co-diseminadas. A pesar de sus diferencias a nivel de herencias culturales, así como de tradiciones confesionales y, sin embargo, precisamente por el hecho de estas diferencias, las Iglesias pueden reconocer y afirmar su vínculo de filiación por la diseminación.
b. Por la diseminación común, la identidad de la diáspora procede de una estructura fundamentalmente ecuménica y que lleva al ecumenismo. De esta forma, si las iglesias se consideran todas ellas como diseminación de Dios en el mundo, esto podría ayudarles a superar las diferencias y las tensiones en sus relaciones que las separan, y a iniciar nuevas vías.
c. Por otra parte, tanto las iglesias mayoritarias como las minoritarias pueden descubrir, gracias al vínculo ecuménico que trasciende sus situaciones particulares, que no son las únicas que pasan por lo que están pasando. De este modo, son conscientes de los retos a los que se enfrentan otras iglesias, constatando que se trata de desafíos similares, o incluso más importantes que los suyos: es probable que si saben gestionarlos de manera creativa, esto podría darles ideas y abrirles un campo de aprendizaje.
¡La diáspora, lejos de ser un proyecto limitado a una confesión, es un proyecto ecuménico!
Posibilidades de la comprensión ecuménica de la diáspora: sugerir ideas y abrir campos de aprendizaje
a. Efectivamente, la diáspora siempre trasciende la situación particular, además de los orígenes culturales y nacionales de una Iglesia. Considerarse como Iglesia en la diáspora puede permitir mirar más allá del propio campo de visión, salir de un contexto específico y una lógica interna. Las experiencias y los distintos puntos de vista de otras Iglesias pueden convertirse, así, en una fuente de inspiración para la reflexión personal y ofrecer un campo de aprendizaje para todos. De este modo, la diversidad de experiencias y de enfoques de cada Iglesia se transforma potencialmente en ánimo y en un recurso para otras. Mediante el concepto de diáspora, el ostensible pluralismo se percibe de manera positiva.
b. Comprender la iglesia como diseminación constatando la sólida unidad que resulta de ello, permite considerar a las otras Iglesias más bien como iglesias hermanas. Por su propia esencia, la diáspora debe tender a buscar la relación con los hermanos y hermanas en la fe, y después colaborar con ellos y ellas en la construcción de sus relaciones.


La diáspora contribuye a establecer una red de Iglesias a escala internacional. Un intercambio semejante permite intentar resolver los problemas europeos y aportar soluciones globales a los mismos. Un ejemplo de esto es el fenómeno de los “eurohuérfanos”: los países de Europa occidental atraen personas de otros países más desfavorecidos económicamente como Rumanía o Eslovaquia, para ocuparse generalmente como cuidadores de una población que está envejeciendo. Estas personas apenas vuelven una vez al año a sus países de origen y hay toda una generación que está creciendo sin sus padres biológicos: la llamada “generación de los eurohuérfanos”. Puesto que el problema supera las fronteras de diversos Estados, las iglesias únicamente pueden contribuir a resolverlo actuando juntas a escala continental.
Iglesias de la diásporas y de de vanguardia: aprender de los otros lo que nos concierne a todos
a. Si las iglesias minoritarias se entienden como Iglesias en la diáspora con el sentido explicado anteriormente, entonces pueden considerar sus experiencias previas como un tesoro experiencial para otras, al manifestar todo lo que ya han aprendido y vivido en su situación particular. Pueden ofrecer a otras su bagaje de experiencias como recursos, además de como guía en su camino hacia el futuro. Las iglesias minoritarias tienen un papel precursor desde hace tiempo, ya que en Europa están a la vanguardia y pueden estar orgullosos de ello. De este modo, incluso las Iglesias que aún son mayoritarias pueden volverse a las más minoritarias en busca de ayuda y consejo para inspirarse en sus modos de actuar y de vivir:
Con frecuencia las iglesias minoritarias han sido la prueba durante largos años de que se puede ser una iglesia absolutamente viable y viva, a pesar de los recursos limitados a todos los niveles.


En situaciones a menudo particularmente difíciles y, a pesar de la limitación de los propios recursos, han tomado nuevos caminos y han demostrado igualmente su creatividad para inventar otras maneras de reaccionar ante los desafíos, pero semejante enfoque creativo ha exigido siempre una cierta apertura y un cierto gusto por la experimentación para aventurarse por caminos aún no explorados.
De esta manera, las iglesias minoritarias de toda Europa han aprendido que ni pueden ni deben hacerlo todo. Han aprendido a sopesar y a priorizar para delimitar sus acciones. Frente a tareas importantes han utilizado sus propios recursos y han tenido que demostrar creatividad a la hora de buscar otros recursos extra. Han ido a contracorriente, han convencido a potenciales colaboradores eclesiales y no eclesiales gracias a sus argumentos, han forjado relaciones y tejido redes, creando así efectos de sinergia para lograr su objetivo.
Las Iglesias minoritarias con frecuencia están bien relacionadas a nivel internacional, se comunican entre ellas y mantienen contacto con otras Iglesias de otros países, tanto con Iglesias mayoritarias como con otras minoritarias. De este modo, se benefician al mismo tiempo tanto de un apoyo como de una ayuda externa constructiva.
Las Iglesias minoritarias, que tienen pocos miembros y a veces importantes áreas de influencia, tienen automáticamente múltiples puntos de contacto con el mundo y a menudo son más cercanas a los miembros de la sociedad, a quienes pueden escuchar sin intermediarios. Son, por tanto, de una manera más sencilla, la Iglesia a la escucha que capta los problemas de la gente.
Además, las Iglesias minoritarias tienen la ventaja de vivir sine vi humana, sed verbo, es decir, sin el poder del hombre sino únicamente por la Palabra de Dios. Desprovistas de ese “poder” y sin necesidad de temer por sus privilegios seculares, no poseen más que sus argumentos para convencer a posibles colaboradores o a responsables de la toma de decisiones. De este modo, sine vi humana, sed verbo, la diáspora eclesial puede difundir la verdad del Evangelio en diferentes ámbitos de la vida social y hacerse oír en favor de la paz y la justicia sin tener que preocuparse por otros intereses.

Elegir creer ante cualquier situación
a. Aunque la identidad de la diáspora conduce al ecumenismo y, a pesar de que realidades similares vividas por otras Iglesias puedan servir como recurso y como oportunidades de aprendizaje, la Iglesia sigue siendo la única que puede decidir de qué manera concreta actuar en su contexto como iglesia diseminada.
b. Si bien es cierto que algunas situaciones a veces pueden ser comparables, nunca hay dos situaciones completamente iguales. Los contextos históricos, culturales y políticos de las Iglesias son distintos, los recursos disponibles son también muy diferentes y los imponderables, así como las lógicas, a los que cada Iglesia se ve sometida, influyen en la realización de su propia diseminación. En Europa, varias Iglesias consideradas como Iglesias de Estado, están estrechamente ligadas a sus países, incluso desde el punto de vista institucional (por ejemplo, en Dinamarca), otras gozan igualmente de importantes privilegios por parte del Estado, especialmente como colectividades de derecho público (p. ej. en Alemania), y otras se encuentran todavía desprovistas de cualquier apoyo de los poderes públicos (p. ej. en una gran parte de Francia). Asimismo, ¡los problemas y necesidades de los países tampoco son idénticos!, de manera que las posibilidades de actuar son distintas para cada Iglesia, según su situación específica en el país y para cada comunidad local. Por tanto, es necesario sopesar los pros y los contras, priorizar en función de cada situación concreta e, imperativamente, demostrar creatividad, tanto para gestionar los recursos como para explorar nuevas vías.

Traducción del francés. Arts. I y II Augusto G. Milián y Teresa Baquedano
En prepararación la traducción del francés del Art. IIb Gabriella Leal