Iglesia Evangélica Española

Devocional semanal

Lunes, 9 de septiembre de 2024

Por sus frutos los conoceréis (II)

Pastora Teresa Sancho

Mi abuela era una persona religiosa, a su manera, porque tampoco era muy cumplidora de ritos o preceptos religiosos, pero constantemente se refería a Dios, cuya presencia era tan constante como amenazadora. Cuando yo tropezaba y caía, ya fuera por torpeza mía o por un accidente, ella afirmaba: «Castigo de Dios». Si algo se me rompía, ya fuera por mal uso o por ser algo viejo, su coletilla de siempre era: «Castigo de Dios». Cualquier cosa que ocurriera que supusiera un perjuicio, desde el más pequeño inconveniente hasta la mayor de las desgracias para ella era, sin lugar a dudas, Castigo de Dios. Mi abuela era una persona buena, honrada, que cumplía con su trabajo como quien más; nos cuidó y nos educó con cariño, lo mejor que supo. Pero, al recordarla, no veo en ella alegría, paz… Le habían inculcado la idea de un Dios que está siempre vigilando para castigar las malas acciones o los malos pensamientos de los que, quizás, ni siquiera era consciente. Pensar en Dios o sentir su presencia, le producía angustia, recelo, miedo…

Yo tuve la suerte de conocer a Dios desde niña (mis padres tenían fe y la vivían) y las palabras de mi abuela no llegaron a hacer mella en mí. Y, en los problemas, en las situaciones dolorosas, he sentido la presencia de Dios como ayuda, consuelo para soportar, fuerza para superar. Y me costaba entender por qué, si Dios ha manifestado tan gran amor por todas sus criaturas, hay tantas personas que ven a Dios como causante de todos sus males y desgracias.

Por desgracia, muchas personas no llegan a conocer a Dios, pues son muchos los “falsos profetas”, y muchos y muy eficaces los medios de que disponen.

– – – – – – –

Mari padece de migrañas desde… ni recuerda… ¿toda la vida? Es un suplicio. Hay días en que se tiene que encerrar en su habitación, en silencio, a oscuras, sin poder comer ni dormir hasta que, por fin, los analgésicos hacen su efecto. El problema es que cada vez necesita una dosis mayor o esperar más tiempo hasta encontrar alivio y volver a sentirse persona. Pero esto no es lo peor. Mari vive angustiada por el sentimiento de culpa. Ella es una persona creyente, miembro activo en su Iglesia desde que era joven, y participa en todas las actividades de la Iglesia, sobre todo en las reuniones de oración, a las que antes acudía siempre con la esperanza de que se produjera el milagro que la liberara de su enfermedad, pero conforme ha ido pasando el tiempo, la esperanza ha ido desapareciendo y el sentimiento de culpa creciendo. «Tienes que orar con fe», le dicen, «Si tienes fe, tus dolores desaparecerán». Ella estaba convencida de que tenía fe, y con fe oraba, pero lo que le dice su pastor le hace sentir que hay algo malo en ella, que no es digna de recibir el favor de Dios. En su anhelo de merecer la bendición divina, y siguiendo los consejos de su pastor, siguió aumentando sus aportaciones, tanto económicamente, como en tiempo y esfuerzo en la captación de nuevos miembros para su iglesia, la cual se fue enriqueciendo a costa de personas necesitadas como Mari.

– – – – – – –

OREMOS: Por los enfermos, especialmente por los enfermos crónicos o terminales, te pedimos, Señor, que seamos capaces de trasmitir tu amor incondicional, para que, liberados de cargas añadidas por la mala comprensión de ti, puedan encontrar la paz y el ánimo para afrontar su situación.

Amén.

Scroll al inicio