La mirada de la Gracia
Quienes son conscientes de sus defectos, pecados y recaídas pero que a su vez, son conscientes del valor y el poder de la Gracia divina experimentada en vida propia, tienen –a mi parecer– legitimidad para testificar sobre cuán sobreabundante es la Gracia de Dios (Ro 5,20). Este es el caso del exsacerdote y cristiano transparente Brennan Manning quien indica que: «La misma palabra gracia ha sido rebajada y denigrada a su uso inadecuado y excesivo. No nos conmueve como conmovía a nuestros antepasados de la iglesia cristiana primitiva».1
Como ya señaló el pastor Bonhoeffer,2 Lucas Magnin vuelve a apuntar que: «La gracia verdadera, esa que salva, consuela y transforma, se recibe gratis, pero no porque sea barata, sino porque es impagable».3 Apartemos unos minutos para volver a tomar conciencia de ello solo que en dirección a nuestros prójimos, precisamente cuando nos vemos amenazados en nosotros mismos por la tendencia del prejuicio y rechazo a los demás, como si fuésemos santos por nosotros mismos, por propia meritocracia.
Quien ha tenido la experiencia de ser una oveja alocada, cuya chifladura le condujo a estar perdida y sin norte (Lc 15,3-7), hiriéndose en un hábitat salvaje, una vez ha sido encontrada por el Buen Pastor y ha saboreado la ternura y la Gracia sanadora, solo puede ver con compasión –y no con juicio– a quienes continúan desamparadas y dispersas (Mt 9,36). La Gracia recibida nos hace ver a los demás con gracia, y esto sin acepción de personas. La Gracia aplicada a nuestra vida nos hace ser agentes de esa gracia, damos gratis (de gracia) lo que por gracia hemos recibido (Mt 10,8).
De ningún modo puede comprenderse, desde la fe, una actitud de desprecio o rechazo hacia quienes se encuentran existencialmente desorientados sin reconocer todavía su filiación con Dios, el ser hijas o hijos de Dios (Jn 1,12).
En nuestro corazón no pueden anidar esos prejuicios, que a la mínima desavenencia con el prójimo, invocan poderes de rabia vengativa. En tal caso, de ser así, seguiríamos siendo ovejas perdidas –quizá mucho más perdidas, porque pensaríamos que aún estamos en el seno del redil cuando no es así–, ovejas que no saben de “qué espíritu son” (Lc 9,55).
Efectivamente, quien ha sido una hija o un hijo pródigo, que ha preferido vivir como si su Padre estuviese muerto,4 (y al acudir de vuelta a él –según el relato bíblico- lo hace, no por un arrepentimiento sincero, sino movido por el hambre al haber malgastado su dinero) cuando en vez de recibir un castigo severo o una reprimenda, lo que recibe es el afecto: ver a su padre corriendo emocionado hacia él para abrazarle y besarte (Lc 15,20) y restituirle (v.22) y celebrar con fiesta (v.23), solo queda rendirse en agradecimiento, y ver a los demás –quienes están pasando lo mismo que tú pasaste– con otros ojos (a quien mucho se le perdona, mucho ama cf. Lc 7,47).
En Mateo 18,21-35 hay una parábola donde vemos cómo a un deudor al que se le perdona una gran deuda, en vez de aplicar con otros la Gracia que él ha experimentado, administra a los demás la «lógica del sistema de nuestro mundo» y no la del reinado de Dios y su justicia. No es agente de gracia sino agente de asfixia, eso no tiene lugar en el mover de Dios.
Practiquemos con alegría la Gracia recibida, extendamos con gozo ese otro mundo –el reinado de Dios– que lo cambia todo. Sepamos de qué espíritu somos.
Oremos:
Señor, gracias por el discernimiento que nos das en tu Espíritu, sigue guiándonos a toda verdad, para no sucumbir al odio, a los prejuicios y el rechazo a los demás. Por Cristo nuestro Señor, amén.
NOTAS
1 B. Manning; El evangelio de los andrajosos. (Lake Mary: Casa Creación, 2004) p.20.
2 El Precio de la Gracia. El seguimiento (Salamanca, Sígueme).
3 L. Magnin;; 95 Tesis para la nueva generación. Manifiesto de espiritualidad y reforma a la sombra de Lutero (Viladecavalls: CLIE, 82) p.82.
4 Según Wright, cuando en la parábola de Lc 15,12 el hijo pide al padre la parte que le corresponde de su herencia, los oyentes de Jesús interpretaban que ese hijo le estaba diciendo a su padre «deseo que estés muerto». Cf. N.T. Wright; Sencillamente Jesús. una nueva visión de quién era, qué hizo y por qué es importante, 2ª ed. (Madrid: PPC, 2018) p.25.