Lc 18, 7-9 (BLP):
7Pues bien, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche? ¿Creéis que los hará esperar? 8Os digo que les hará justicia en seguida. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿aún encontrará fe en este mundo?
En esta serie de devocionales exploraremos qué tipo de espiritualidad es necesaria cultivar en el contexto de una sociedad secular como la sociedad europea, pero que, al mismo tiempo, sea fiel con la revelación de Dios que se nos da a conocer en la narrativa bíblica.
En primer lugar, deberíamos poder definir brevemente en qué consiste una sociedad secular. Esto podría ser algo no tan sencillo de definir cuando los sociólogos de la religión han escrito tanto sobre el tema, pero siguiendo al filósofo Charles Taylor, podemos decir que en el s. XVI todo europeo daba por sentado creer en el Dios cristiano, pero en 2024 no se puede dar por sentado esa misma creencia. En el mejor de los casos, será una creencia más entre otras y probablemente no será considerada la más plausible.
En este contexto sociocultural, muchos, incluso cristianos, afirman que quieren cultivar una espiritualidad, pero no practicar la religión cristiana tal y como ha sido institucionalizada por siglos. Pero ¿qué significa entonces espiritualidad?
El concepto de religión ha sido construido socialmente en la Modernidad. Desde que, a partir del s. XVI, los estados-nación europeos emergieran como realidad política y social, las iglesias cristianas se fueron retirando del espacio público. Obviamente esto ocurrió de manera progresiva y paulatina y sus efectos continúan a día de hoy. Para conseguir esto se construyó un concepto nuevo acerca de lo que la religión es. En este sentido, religión es una experiencia subjetiva e individual acerca de Dios, de una realidad última o de lo divino, no importa como ésto puede llegar a entenderse. La religión y todo lo relacionado con ella, Dios, la iglesia, la fe, etc… es una cuestión de preferencia personal e individual y, por tanto, relegada del espacio público donde las instituciones políticas del Estado o las instituciones económicas del Mercado son las que configuran la vida de las personas. A esta configuración sociocultural la llamamos sociedad secular.
En este contexto cultural la fe cristiana parece en retirada de la sociedad europea. Muchos quieren prescindir de la religión cristiana, lo que tiene que ver con las iglesias, sus doctrinas y sus liturgias, pero quieren salvar una espiritualidad. Una espiritualidad que, en una actitud adaptativa a la cultura secular moderna, deviene en experiencia subjetiva que afecta sólo al fondo de la conciencia individual. El europeo está en búsqueda de una espiritualidad. La religión no ha muerto, mucho menos Dios, pero sí se ha transformado. Estas tendencias lejos de desaparecer se han acentuado. Lo llamamos hipermodernidad.
Pero ¿qué ocurriría si precisamente la configuración de nuestra cultura hipermoderna fuera parte del problema? ¿Qué ocurriría si la hipermodernidad nos cegara precisamente para desarrollar una profunda espiritualidad? Por usar la expresión del sociólogo Peter Berger, la cultura moderna no ha podido acallar un rumor de ángeles, pero sí nos ha vuelto parcialmente sordos.
En este contexto me vienen las palabras del evangelio a la mente ¿cuando venga el Hijo del hombre hallará fe en el mundo? ¿Es la fe algo pasado de moda? ¿Es suficiente con algún tipo de espiritualidad basada en una experiencialidad subjetiva que puede no ser sino el eco de nuestra propia voz? Como dijera Agustín de Hipona: «nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».
Oración
Señor, ayúdanos a encontrarte en todo tiempo y en todo lugar, auxílianos en nuestra búsqueda de ti y danos conciencia de que, antes de poder encontrarte, tú nos has encontrado primero, en el nombre de Jesús, verdadero Señor y Salvador del mundo, Amén.