Un devocional consiste en frenar los quehaceres, e ir a beber del pozo (Jn 4,14). Te invito a que no leas a la ligera sino con un corazón receptivo que reconoce su propia «sed del Dios vivo» (Sal 42,2).
Escuchemos –permíteme que lo diga así, «escuchemos»–, las palabras de Jesús:
28Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11,28-30 RV60).
Sobre estas palabras el teólogo José Laguna indica que no son un simple slogan religioso, sino que se trata de la respuesta que Jesús daba a las personas que, cansadas y agobiadas, se le echaban literalmente encima (cf. Mc 3,9-10).1
Desde nuestras vivencias actuales, desde nuestras cargas y problemas, desde nuestra realidad, Jesús viene con los brazos abiertos permitiendo que corramos a él y nos echemos encima. Lo que quizá nos sorprenda es que, como el padre bueno de la famosa parábola del hijo pródigo, sea él quien corra hacia nosotros a recibirnos (Lc 15,20). No te voy a mentir, yo también ando con cansancio, con cargas y con agobios y estoy corriendo a toda prisa para abrazarme a Jesús. Si compartes este sentir ven conmigo.
No sé si se debe a que los días que nos han tocado vivir son difíciles («los días son malos», Ef. 5,16) pero percibo que todo el mundo anda cansado, es inevitable sentirnos hechos trizas. Si no es por el trabajo, es por otra situación. Jesús quiere decir algo.Conviene advertir, como podemos apreciar en el escaparate de las redes sociales de muchas personas creyentes, que hay un montón de postulados de fe y algunos no son sanos aunque encontremos elementos atractivos o de aparente seguridad en ellos. Atraídos por ideas equivocadas podemos sentirnos perdidos en caminos áridos y baldíos que se publicitan como oasis de espiritualidad y liberación, pero cuando transitas esos senderos yermos descubres que sus propuestas son alienantes haciendo del cansancio acumulado una carga más grande. Espejismos de Jesús sin Jesús.
Pero aquel que se nos presenta como «camino, verdad y vida» (Jn 14,6) no solo es «camino» por el cual nosotros hemos de transitar con nuestro seguimiento; es el amoroso «camino» de Dios hacia ti y hacia mí. Primero es camino que viene hacia nosotros y ahora nosotros caminamos en él.
Cristo es la respuesta de Dios a nuestra situación reventada. En Jesús Dios nos ha regalado su «sí». En palabras de Barth: «En Jesucristo se hace visible lo invisible: que Dios no cesa de decirnos Sí».2
Necesitamos, desde el Espíritu, abrirnos a la sorpresa de Dios, recibir su positiva afirmación. Parece que a veces las personas creyentes estamos tan familiarizadas con ciertos pasajes bíblicos que, como si estuviésemos algún tipo de inmunización, no dejamos que estos nos vehiculen hacia la sorpresa. El encuentro con Dios es sorpresa.
Tal vez sea que, por medio de esos escaparates públicos, estamos cargados de oír discursos utilitaristas sobre Dios, instrumentalizando a la Biblia de forma ilegítima, que hastiados de un falso evangelio queremos buscar la solución al cansancio en otros brazos. Pero…
Pero viene Jesús, el verdadero Jesús, y nos repite:
— Acercaos a mí quienes estáis hechos polvo, quienes sentís agotamiento. Quienes no podéis más con el cansancio de la tarea cotidiana, el estrés, el burnout, el bajón anímico, el hartazgo de la tarea cotidiana o el peso de la adversidad. Venid a mí quienes sentís el cansancio de las «pesadas cargas» farisaicas y experimentáis religiosidades tóxicas y fanatismos deshumanizantes. Venid a mí los que ya no podáis más, y yo os haré descansar.
A ti y a mí nos conviene responder nuevamente a la invitación de Jesús como tal vez ya le dijimos hace algún tiempo: «-¿A quién iremos si solo tú tienes palabra de vida definitiva/Eterna» (Jn 6,68), o como podremos decir también: «-¿A quién iremos si solo tú tienes palabras sanadoras para nuestro agotamiento». El Crucificado y Resucitado en su solidaridad y entrega hacia el ser humano, en su propia encarnación, sabe bien lo que es el cansancio humano y lo que es estar apaleado. Acudimos a quien nos comprende de verdad.
«Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas» (Isaías 40,29).
Oremos:
Señor, tú que comprendes nuestro cansancio, nuestras flaquezas y nuestra debilidad y dolores, danos fuerzas para continuar el camino. En el nombre de Jesús.
Amén.
NOTAS
1 J. LAGUNA; Acogerse a sagrado. La construcción política de lugares habitables. Cuadernos CJ Nº 210 (Barcelona: Cristianisme i justicia, sept. 2018) p.12.
2 K. BARTH; Carta a los Romanos (Madrid: BAC, 1998) p.233.