Iglesia Evangélica Española

Devocional semanal

Lunes, 18 de noviembre de 2024

Una espiritualidad en un mundo secular (III)

Pastor Sergio Simino

Jn 1, 1-14 (BLP):

1En el principio ya existía la Palabra;
y la Palabra estaba junto a Dios y era Dios.
2Ya en el principio estaba junto a Dios.
3Todo fue hecho por medio de ella y nada se hizo sin contar con ella.
Cuanto fue hecho 4era ya vida en ella, y esa vida era luz para la humanidad;
5luz que resplandece en las tinieblas
y que las tinieblas no han podido sofocar.

6Vino un hombre llamado Juan, enviado por Dios. 7Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. 8No era él la luz, sino testigo de la luz. 9La verdadera luz, la que ilumina a toda la humanidad, estaba llegando al mundo.

10En el mundo estaba [la Palabra]
y, aunque el mundo fue hecho por medio de ella, el mundo no la reconoció.
11Vino a los suyos
y los suyos no la recibieron;
12pero a cuantos la recibieron y creyeron en ella, les concedió el llegar a ser hijos de Dios.
13Estos son los que nacen no por generación natural,
por impulso pasional o porque el ser humano lo desee,
sino que tienen por Padre a Dios.
14Y la Palabra se encarnó y habitó entre nosotros;
y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.

Finalizábamos el devocional anterior diciendo que la espiritualidad bíblica no prescinde de su encarnación en el mundo porque el mundo es la habitación de Dios. Los relatos de la creación de Gn 1-2 nos narran que Dios crea el mundo para que albergue su presencia en comunión con el ser humano creado a su imagen.

El mundo no es creado por Dios para abandonarlo después, sino para una interrelación mutua. La realidad de Dios y la realidad creada no son la misma realidad, pero sí se solapan, existen puntos de conexión entre ambas.

El comienzo del evangelio de Juan recrea este comienzo del libro del Génesis. El mundo fue hecho por la Palabra creadora de Dios, esa misma Palabra creadora se encarnó y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Esa Palabra se hizo tabernáculo, se tabernaculizó, podríamos traducir el texto griego del evangelio. Aquí tenemos una línea de puntos, como en los dibujos de los niños, que une la realidad de Dios y la realidad creada. La primera creación fue un templo para la presencia de Dios, el tabernáculo primero y el templo de Jerusalén después, albergaron la presencia de Dios. Ahora la presencia de Dios por medio de su Palabra se hace templo, presencia, en el cuerpo de una persona, Jesús de Nazaret.

La espiritualidad bíblica no es una experiencia individual subjetiva de una realidad divina lejana y sublime, sino es la experiencia corpórea y física de la presencia de Dios por medio de una persona en medio de la historia humana. Dios viene a nosotros, se hace como uno de nosotros, para vivir entre nosotros. De manera que ahora nosotros, por gracia y por medio de la fe, podemos convertirnos con nuestra corporeidad en templo de la presencia de Dios en el mundo.

La espiritualidad bíblica es una experiencia de Dios en lo corpóreo y físico del mundo creado, en la historia del devenir de Dios a nosotros, en el reinar de Dios sobre las instituciones políticas y sociales y, todo ello, para la transformación física y material del mundo en una nueva creación.

Oración

Señor, ayúdanos a encontrarte en todo tiempo y en todo lugar, auxílianos en nuestra búsqueda de ti y danos conciencia de que antes de poder encontrarte, tú nos has encontrado primero, en el nombre de Jesús, verdadero Señor y Salvador del mundo, Amén.

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