Actualidad, Catalunya
Hoy es el viernes santo, el día que conmemoramos la crucifixión del Señor. Y nuestra meditación en la Palabra para hoy, se basa en Mateo 27: 32–56.
Nosotros hemos leído y hemos escuchado el evangelio de Mateo. Y con ello participamos de lo que se hace en las comunidades cristianas desde el primer siglo: somos llevados por el relato del evangelio hasta el momento final de la vida de Jesús de Nazaret. Es importante recordar lo que estamos haciendo: hacemos memoria de lo pasó en el Gólgota, escuchamos el relato del evangelio y meditamos en lo que nos dice. Esto lo hacemos como parte de una tradición, como algo que hacían las comunidades cristianas desde el siglo 1.
Recordemos que el evangelio de Mateo se escribió en los años posteriores al año 80 d.e.c. y que se leía en las comunidades cristianas en muchos lugares del imperio romano (se sabe que Mateo fue el evangelio que más se difundió) y que, por tanto, la lectura del evangelio ante toda la comunidad era la manera de hacer presente la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Es así como participamos de la conmemoración: escuchando el evangelio y entrando en ese itinerario. Seguimos a Jesús y caminamos en pos de sus pasos.
Escuchamos sus enseñanzas y miramos cómo cura a cojos y ciegos. Nos asombramos de la manera como nos habla del reino de los cielos y queremos participar de ese mundo nuevo de Dios. Y toda la vida de Jesús conduce hasta este momento, según nos lo muestra Mateo. Todos los caminos de Galilea y Judea, siguiendo a Jesús, nos han llevado a Jerusalén y a los días tan intensos y finales de Jesús, donde sigue curando a los enfermos y hablándonos del reino de Dios que abre sus puertas desde el perdón y la inclusión de todos, comenzando por los más pequeños del
mundo, comenzando por los perdedores de siempre.
Pero el final es oscuro. Muy oscuro.
Hemos de recordar que este relato habla de aquello que confiesan los cristianos que escuchan la lectura de Mateo. Y lo han hecho por décadas, a lo largo del imperio romano: son cristianos quienes confiesan que ese hombre crucificado, ese despojo humano, es su Señor, es su Dios, de modo definitivo. Y están locos esos cristianos, son insensatos, porque creen en algo simplemente increíble, algo que nadie puede tragarse en su sano juicio.
Pero nosotros escuchamos el relato de Mateo: Jesús es traicionado por sus más allegados, sus más fieles: por 30 monedas de plata es vendido por su amigo; antes de que cante el gallo es negado por su mejor amigo, que así salva su pellejo. Jesús es sometido a juicio sumario, con todo el peso del poder que ha decidido matarlo. Y es sometido a la flagelación romana, para ser crucificado enseguida. Es objeto de la burlas, del escarnio, de los militares romanos. También es objeto del escarnio de la gente que pasa, que lo observa colgando de la cruz.
Este es el relato de Mateo, que quiere que veamos claramente que la muerte de Jesús es el rotundo fracaso del hombre de Dios. Jesús es el abandonado de Dios, lo que en judío quiere decir el maldito de Dios.
El evangelio nos coloca en la más profunda oscuridad, porque es aquí donde ocurre lo central para la fe cristiana. En esa ejecución está el Hijo de Dios y es ese Hijo de Dios quien muere como un auténtico despojo humano. El Hijo de Dios muere como la basura del mundo: ¿cómo mueren los y las que son desecho de la sociedad? ¿Cómo cae la violencia e impiedad de nuestra sociedad sobre los olvidados de los olvidados?
Pero Jesús se mantiene bastante callado. Casi no dice nada ante Pilato (27: 11) y luego no hallamos palabras suyas en todos los versos siguientes. Jesús es azotado, es humillado y recibe escupitajos, es obligado a cargar con el travesaño de la cruz, donde le clavarán. Pasan las horas. Y entonces somos testigos del grito de Jesús: Alrededor de la hora nona Jesús prorrumpió en un grito tremendo: —Eli, Eli, lema sabaktani, que se traduce: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado» (27: 46, Piñero: Los libros del Nuevo Testamento) Mateo lo relata así. En los labios de Jesús está el grito del salmista, el inicio del Salmo 22:
Dios mío, Dios mío, / ¿por qué me has abandonado?, / ¿por qué no
vienes a salvarme?, / ¿por qué no atiendes a mis lamentos? / Dios mío, /
día y noche te llamo, y no respondes / ¡no hay descanso para mí! (Sal 22: 1–2)
Este es el grito de Jesús, colgado de la cruz. Es el grito que clama a Dios, a un Dios que no le responde nada, a un Dios que no aparece por ningún lado. Esa ausencia de Dios se expresa también en los comentarios y las burlas de quienes miran la escena:
—Este llama a Elías.
Y sin más uno de ellos salió corriendo, tomó una esponja, la empapó en vinagre, la clavó en la punta de una caña y le ofrecía de beber. Los demás
decían:
—Quita, veamos si viene Elías a salvarlo. (27: 47–49)
Elías era el profeta del fin del mundo, que estaba muy presente en la devoción popular judía. Su llegada era esperada con la ilusión de quienes ya no tienen más que ilusiones porque la realidad es oscura. Y Elías no llega para salvar a Jesús, no aparece para desclavarlo de la cruz.
Es la hora más oscura, es la prevalencia de las tinieblas más oscuras. Es el infierno de todo aquel, de toda aquella, que vive y muere en el mundo como despojo humano, como abandonados u olvidados por Dios. Entonces, Mateo nos relata el final de Jesús:
Jesús dio de nuevo un alarido y entregó el espíritu (27: 50)
Y nosotros somos la comunidad de creyentes que escuchamos el relato. Y el evangelio nos dice que así muere Jesús: como el abandonado de Dios.
Y este abandonado de Dios no ha abandonado a Dios. Sus gritos desde la cruz siguen clamando a Dios, aunque Dios no le responda. Sus gritos rezan el Salmo 22, que claman a un Dios que no aparece, pero que rezan porque siguen esperando en el Dios que viene, en el Dios que cumplirá fielmente con su promesa.
¿Por qué, en Mateo, aparece este verso que dice que Jesús da un alarido, un grito final, antes de morir? Porque este grito de Jesús en la cruz es el grito de cada hombre y mujer que también han sido y son un despojo de humanidad. Este grito de Jesús es el grito de cada muerte injusta y de toda la violencia del mundo. Este grito es el grito silenciado de Abel, asesinado por su hermano Caín. Este grito es el grito de cada mujer asesinada por el cobarde abuso de hombres que cometen los feminicidios. Es el grito de cada niño y niña, abusados y explotados hasta el asesinato de su alma y su cuerpo. Es el grito final que nos atraviesa a todos, seamos o no conscientes de ello.
Porque también nosotros, aún cuando no estemos en ese lugar de violencia y opresión de los pequeños del mundo, también nosotros hemos sido ese grito. Porque todos hemos sido un grito por la noche, un grito que clama y que reclama un amor que le abrace y le proteja. Y en ese grito de la noche reside la dignidad de lo humano, en ese grito hay alguien que no es más que ese grito, pero que clama por una respuesta, por una respuesta que no sea la impiedad, la injusticia del interés y del poder.
Y Mateo quiere que escuchemos el relato de la muerte de Jesús, quien muere en ese grito que se queda en el silencio de la noche, en la noche del abandono de Dios. Pero Jesús muere creyendo, confesando a Dios, desde su grito final. Y eso es simplemente algo increíble, algo que no se puede entender, porque es algo que ya no pertenece a las posibilidades del mundo.
Por eso Mateo (vs. 51–53) habla del terremoto, del velo del templo que se rasga y de los muertos que resucitan: porque una vida irrumpe a partir de esa muerte, una vida que es trastocamiento del mundo, final de toda religión y victoria sobre la muerte.
Es Dios quien muere en el abandonado de Dios. Es Dios quien grita desde la cruz. Es Dios quien está en el grito de cada crucificado. Es Dios quien cuelga de la cruz y en ese grito se redimen todos los gritos de los más pequeños del mundo.
Esto es lo que confiesa un pagano, como es el centurión, quien al pie de la cruz dice «Verdaderamente este era Hijo de Dios» (v. 54). Ese pagano, ese
centurión somos muchos de nosotros, que formamos parte de la comunidad de creyentes que escucha el evangelio de Mateo. Y decimos que sí, que es verdad lo que dice el evangelio: que ese crucificado es nuestro Señor, es mi Dios.
Esto lo expresa muy bien mi amigo José Cobo: ―Lutero dijo que un cristiano es aquel que, al pie de la cruz, llega a confesar: «este es Dios —este es mi Señor». Hoy en día, y recurriendo a la jerga adolescente, podríamos decir: «este pellejo es el puto amo»‖.
Y nosotros escuchamos el relato de la crucifixión desde la experiencia pascual, desde la fe que comenzó a testificarse a partir de la resurrección de Jesús. Y esa fe nos fue dada por el testimonio de otros, como esas mujeres que estaban allí mirando desde lejos (v. 55).
Nosotros somos esas mujeres o somos ese centurión. Estamos también rodeados de oscuridad, de injusticias. Y miramos al que da un alarido en medio del silencio del mundo. Y la fe que nos fue dada nos dice que en ese alarido está Dios, en ese grito está la esperanza del mundo.
Que el Señor nos ayude a creer, que nos ayude a mirar con esos ojos del evangelio de Mateo. Que nos ayude a escuchar ese grito en los otros gritos que claman por el mundo. Que nos ayude a confesar lo que es inconfesable, lo que es increíble. Porque Jesús murió creyendo, confiando en la promesa de Dios.
Amén.
Víctor Hernández Ramírez
Actualidad
Desde el 15 de marzo de 2023, representantes de la Conferencia de Iglesias de Toda África (AACC), la Comisión de Iglesias para Migrantes en Europa (CCME), la Iglesia Evangélica Luterana del Norte de Alemania (Nordkirche), instituciones e iglesias alemanas, así como el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), se reunieron durante cuatro días en Hamburgo para intercambiar experiencias e ideas sobre la migración y discutir la teología de la migración.
Organizado por Missionsakademie, en varias sesiones y talleres escuchamos a varias organizaciones que trabajan con inmigrantes en Hamburgo. Fue un encuentro inspirador de iglesias europeas autocríticas e iglesias africanas seguras de sí mismas. Ambos vivimos en un contexto donde la migración está en lo más alto de la agenda.
La relación entre las iglesias africanas y europeas tiene una larga historia. En los últimos tiempos nos sentimos hermanos y hermanas en Cristo, como parte del mundo ecuménico, también reconocemos la esclavitud, el racismo y el pasado colonial como graves errores. Para presente y futuro, nos enfocaremos en encontrar esa misma base del mismo Evangelio: es más lo que nos une que lo que nos divide.
Son muchos los principios que nos unen: la Biblia, la fe en el Dios Trino, el ethos cristiano, la creencia de que las personas, como seres creados y portadores de la imagen de Dios, somos iguales y que la creación nos es dada como una casa común en la que las personas son libres de emigrar, tal como lo testifica la Biblia en muchos lugares.
La migración está intrínsecamente conectada con la teología. Se requiere una nueva teología más profunda de la migración para tomar una posición de fe y de iglesias en el campo de la migración. Esta teología debe ser desarrollada y discutida en las iglesias de los países de emigración e inmigración juntos.
Las personas se ven impulsadas a migrar en busca de un futuro mejor. Quienes desarrollan las posiciones políticas en ambos continentes deben crear nuevas regulaciones que aborden las barreras para acceder a vías legales y trabajar para garantizar la dignidad de los migrantes. En todos nuestros enfoques y en cuanto al desarrollo e implementación de políticas sobre migración, todos reconocemos que la criminalización de la migración es una violación directa de cómo entendemos el Evangelio.
Reconocemos y apreciamos el trabajo que están haciendo las iglesias en África y Europa para abordar la difícil situación de los migrantes. Si bien las iglesias siempre han tratado de brindar refugio, protección, aceptación y amor a los migrantes, manteniendo vivas las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo sobre cómo debemos tratar a los extraños en nuestras comunidades, reconocemos que los estereotipos racistas aún existen entre nuestros miembros y estructuras. No podemos decir que las iglesias en los países que experimentan la inmigración representen una mayor diversidad en membresía y liderazgo. Esperamos que la cooperación futura de AACC y CCME facilite una mejor cooperación, apertura e inclusión de las iglesias para abordar los desafíos de la migración.
Las conclusiones de la conferencia son:
⦁ La migración siempre ha sido parte de la experiencia humana, lo seguirá siendo y es parte integral de la historia bíblica. Las iglesias y los gobiernos, dentro de sus respectivos medios, tienen la responsabilidad de garantizar que las personas migren con dignidad y que cuando los migrantes lleguen a los países de acogida, sean recibidos con compasión y empatía.
⦁ Para todos los países e iglesias involucrados, la migración irregular es un verdadero desafío: demasiadas personas mueren, son explotadas, lastimadas y traumatizadas. Algunos regresan con las manos vacías y avergonzados después de mucho tiempo, o permanecen en situaciones insoportables por miedo a la vergüenza. El asesoramiento y la reintegración es un proceso difícil, pero todos debemos unirnos para garantizar que se lleve a cabo el apoyo psicosocial, la integración y la reintegración adecuados de los migrantes.
⦁ Reconocemos que el racismo es uno de los principales factores que contribuyen a la difícil situación y el trato desigual de los migrantes, especialmente los afrodescendientes. El racismo es un pecado. Todos los comportamientos y respuestas racistas a la migración nunca deben tolerarse. Nos oponemos a la deportación y el transporte forzados de los solicitantes de asilo, incluidos los afrodescendientes, a lugares de África, por ejemplo, el acuerdo entre el Reino Unido y Ruanda.
⦁ Los migrantes son parte de la humanidad y la criminalización de la migración es contraria al Evangelio. Alentamos a las iglesias de todo el mundo a oponerse a las políticas que avanzan en esa dirección.
⦁ Nuestra tarea es desalentar la migración irregular y combatir la trata de personas, prácticas que impiden que muchas personas experimenten el amor y la bondad de Dios. Incluso en esto, debemos aumentar nuestro enfoque en abordar los factores de empuje y atracción que hacen que las personas migren incluso en formas que ponen en riesgo sus vidas. Estos incluyen la pobreza, los conflictos y las guerras, la crisis climática y todas sus consecuencias, y la inaccesibilidad de las vías legales.
⦁ Los legados de la esclavitud de los africanos, el colonialismo y las misiones coloniales tienen implicaciones significativas para los migrantes africanos que se desplazan en busca de mejores oportunidades o huir del peligro a Europa. Nosotros, representantes de iglesias en África y Europa, necesitamos trabajar juntos y promover la descolonización del sistema económico, la teología y la educación, y poner fin al neocolonialismo.
⦁ Las iglesias africanas y las comunidades migratorias en la diáspora deben abordar el racismo, la discriminación intra-africana y las divisiones.
⦁ La Campaña de la Conferencia de Iglesias de Toda África sobre “África. Mi hogar. Mi futuro”, es un enfoque estratégico para fomentar la confianza de los jóvenes en que pueden construir un gran y próspero futuro en África. Esta campaña debe ser intensificada y apoyada por las iglesias europeas.
⦁ Las iglesias deben abogar por que sus gobiernos respeten la protección de los derechos humanos al abordar los problemas de migración.
AACC y CCME hacen un llamado a todos sus miembros para que continúen cooperando en el desarrollo de la teología de la migración para abordar los problemas de migración como socios iguales, en cooperación con el CMI y otros socios ecuménicos. Fortaleceremos nuestros lazos en la firme creencia de que esto es lo que nos pide el Evangelio, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Actualidad
El pasado 16 de marzo, se celebró en Lausanne, Suiza, la Asamblea General de Pro- Hispania, a la que asistió, en representación de la Comisión Permanente de la IEE, Dámaris Ruiz deMiguel.
Pro-Hispania es una asociación que nace en 1960, en Francia y Suiza, y que hereda el trabajo de la Misión Francesa del Alto Aragón que en 1945 se une al Comité Suizo de Ayuda a la Iglesia Evangélica. Desde 2011 trabaja sólo en Suiza, pero continúa la publicación «Etoile du Matin», que se hizo centenaria en el año 2009.
Pro-Hispania es un interlocutdr que ha informado a las iglesias y organismos ecuménicos en Francia y Suiza francófona de la situación de los protestantes españoles y de sus
proyectos, desde su nacimiento.
Actualidad
Revista Focus CEPE, Junio 2022 CEPE (Comunidad de Iglesias Protestantes de Europa)
Articulo I
I. La existencia de la iglesia. Vocación de la iglesia.
a. La iglesia minoritaria o la comunidad minoritaria se enfrenta a retos y, en algunos casos, a grandes problemas. Sin embargo, hay que hacer una distinción entre los retos tangibles y concretos, como la falta de recursos humanos y económicos, y otros problemas como posibles trastornos de la autoestima y las constantes preocupaciones por el futuro, cuyas consecuencias sobre el comportamiento, la capacidad para pasar a la acción y el potencial de eficacia pueden sentirse, no obstante, como igual de tangibles.
b. En ambos casos, desafíos reales y posible alteración de la autoestima, es conveniente encontrar soluciones. En esta fase es precisamente cuando interviene la reinterpretación del concepto de diáspora, pudiendo transformarse en un verdadero apoyo. La noción, que puede expresarse en sentido figurado, tiene la capacidad de permitir a la Iglesia poder mirarse a sí misma y a los demás, desde el sentido y la misión. De este modo, la Iglesia que se concibe como Iglesia en la diáspora puede vislumbrar nuevas perspectivas, nuevas posibilidades de actuar y un nuevo potencial para el futuro.
c. Una interpretación positiva del concepto de diáspora se adapta, por tanto, a una nueva comprensión de uno mismo, pues el concepto se basa en la idea de que la Iglesia tiene una vocación de estar en el mundo pudiendo ofrecer una demostración muy concreta de ello por su sentido figurado.
d. Notas sobre el concepto de diáspora
La diáspora, con el sentido de diseminación, expresa una relación fundamental entre la Iglesia y el mundo, entre la Iglesia y la humanidad. Así, la idea de que la Iglesia está diseminada pone de relieve que vive en el mudo, en medio de este y en relación con los seres humanos.
En este sentido, que la Iglesia esté diseminada por Dios para que dé buenos frutos tanto para ella misma como para los demás significa que, en tanto que Iglesia diseminada, explora vías para ser testigo con palabras y con hechos de la Buena Noticia de la voluntad universal salvadora y del amor de Dios.
Los dos elementos – el hecho de estar por definición diseminada, así como la misión eclesial- conducen a la Iglesia a llevar una vida de relaciones que le permite ser capaz de cumplir la voluntad del amor de Dios y, entonces, de vivir su propia diseminación. Así pues, la diáspora simboliza el envío de la Iglesia a la misión en el mundo y con la humanidad.
Según el concepto de diáspora presentado aquí, el sentido y la vocación de la diáspora se encuentran en el establecimiento consciente de relaciones enmarcadas en el seguimiento de Cristo, lo cual se expresa mediante el principio rector de la Iglesia con los demás y para los demás.
Si la Iglesia se entiende como diáspora en el sentido de diseminación en el mudo, el reflejo de esto es su vocación. El concepto de diáspora, utilizado en sentido positivo, puede por tanto convertirse en un concepto teológico rector para las Iglesias.
Artículo II
II. A La iglesia de Jesucristo en el mundo: origen común de la diseminación
Diseminación e iglesia de Jesucristo
a. Si la diáspora expresa la vocación de la iglesia, en singular, y la simboliza, esto implica claramente que ninguna iglesia particular puede pretender ser ella la única a la que Dios disemine en el mundo. La iglesia no se da a sí misma su propia vocación, sino que su vocación le es dada. La iglesia de Jesucristo es diseminada por Dios en el mundo para comunicar el Evangelio de la Buena Noticia de la venida del Reino de Dios, como voluntad salvadora y del amor de Dios por el mundo. Cada iglesia que se pone en marcha y que se integra en la diseminación es partícipe de la iglesia de Jesucristo y, por tanto, de su diseminación. En tanto que iglesia de la diáspora, cada iglesia tiene los mismos derechos de participación en una amplia comunidad con la que comparte un mismo origen.
Retomando las palabras de uno de los Padres de la Concordia de Leuenberg, documento fundador de la Comunión de Iglesias protestantes de Europa, el concepto de diáspora contiene una gran fuerza expresiva que no se limita a la situación de las pequeñas minorías confesionales sino que, al contrario, responde a la situación fundamental de la cristiandad en el mundo (Wilhelm Dantine).
Pensar en la diáspora de manera ecuménica
a. Así bien, la Iglesia de Jesucristo está diseminada en el mundo, en las situaciones y contextos más diversos. Con arreglo a su tradición confesional y su historia, las Iglesias pueden concebirse como diferentes aspectos y elaboraciones de una misma diseminación sin poder negar o contradecir que las demás hayan sido co-diseminadas. A pesar de sus diferencias a nivel de herencias culturales, así como de tradiciones confesionales y, sin embargo, precisamente por el hecho de estas diferencias, las Iglesias pueden reconocer y afirmar su vínculo de filiación por la diseminación.
b. Por la diseminación común, la identidad de la diáspora procede de una estructura fundamentalmente ecuménica y que lleva al ecumenismo. De esta forma, si las iglesias se consideran todas ellas como diseminación de Dios en el mundo, esto podría ayudarles a superar las diferencias y las tensiones en sus relaciones que las separan, y a iniciar nuevas vías.
c. Por otra parte, tanto las iglesias mayoritarias como las minoritarias pueden descubrir, gracias al vínculo ecuménico que trasciende sus situaciones particulares, que no son las únicas que pasan por lo que están pasando. De este modo, son conscientes de los retos a los que se enfrentan otras iglesias, constatando que se trata de desafíos similares, o incluso más importantes que los suyos: es probable que si saben gestionarlos de manera creativa, esto podría darles ideas y abrirles un campo de aprendizaje.
¡La diáspora, lejos de ser un proyecto limitado a una confesión, es un proyecto ecuménico!
Posibilidades de la comprensión ecuménica de la diáspora: sugerir ideas y abrir campos de aprendizaje
a. Efectivamente, la diáspora siempre trasciende la situación particular, además de los orígenes culturales y nacionales de una Iglesia. Considerarse como Iglesia en la diáspora puede permitir mirar más allá del propio campo de visión, salir de un contexto específico y una lógica interna. Las experiencias y los distintos puntos de vista de otras Iglesias pueden convertirse, así, en una fuente de inspiración para la reflexión personal y ofrecer un campo de aprendizaje para todos. De este modo, la diversidad de experiencias y de enfoques de cada Iglesia se transforma potencialmente en ánimo y en un recurso para otras. Mediante el concepto de diáspora, el ostensible pluralismo se percibe de manera positiva.
b. Comprender la iglesia como diseminación constatando la sólida unidad que resulta de ello, permite considerar a las otras Iglesias más bien como iglesias hermanas. Por su propia esencia, la diáspora debe tender a buscar la relación con los hermanos y hermanas en la fe, y después colaborar con ellos y ellas en la construcción de sus relaciones.
La diáspora contribuye a establecer una red de Iglesias a escala internacional. Un intercambio semejante permite intentar resolver los problemas europeos y aportar soluciones globales a los mismos. Un ejemplo de esto es el fenómeno de los “eurohuérfanos”: los países de Europa occidental atraen personas de otros países más desfavorecidos económicamente como Rumanía o Eslovaquia, para ocuparse generalmente como cuidadores de una población que está envejeciendo. Estas personas apenas vuelven una vez al año a sus países de origen y hay toda una generación que está creciendo sin sus padres biológicos: la llamada “generación de los eurohuérfanos”. Puesto que el problema supera las fronteras de diversos Estados, las iglesias únicamente pueden contribuir a resolverlo actuando juntas a escala continental.
Iglesias de la diásporas y de de vanguardia: aprender de los otros lo que nos concierne a todos
a. Si las iglesias minoritarias se entienden como Iglesias en la diáspora con el sentido explicado anteriormente, entonces pueden considerar sus experiencias previas como un tesoro experiencial para otras, al manifestar todo lo que ya han aprendido y vivido en su situación particular. Pueden ofrecer a otras su bagaje de experiencias como recursos, además de como guía en su camino hacia el futuro. Las iglesias minoritarias tienen un papel precursor desde hace tiempo, ya que en Europa están a la vanguardia y pueden estar orgullosos de ello. De este modo, incluso las Iglesias que aún son mayoritarias pueden volverse a las más minoritarias en busca de ayuda y consejo para inspirarse en sus modos de actuar y de vivir:
Con frecuencia las iglesias minoritarias han sido la prueba durante largos años de que se puede ser una iglesia absolutamente viable y viva, a pesar de los recursos limitados a todos los niveles.
En situaciones a menudo particularmente difíciles y, a pesar de la limitación de los propios recursos, han tomado nuevos caminos y han demostrado igualmente su creatividad para inventar otras maneras de reaccionar ante los desafíos, pero semejante enfoque creativo ha exigido siempre una cierta apertura y un cierto gusto por la experimentación para aventurarse por caminos aún no explorados.
De esta manera, las iglesias minoritarias de toda Europa han aprendido que ni pueden ni deben hacerlo todo. Han aprendido a sopesar y a priorizar para delimitar sus acciones. Frente a tareas importantes han utilizado sus propios recursos y han tenido que demostrar creatividad a la hora de buscar otros recursos extra. Han ido a contracorriente, han convencido a potenciales colaboradores eclesiales y no eclesiales gracias a sus argumentos, han forjado relaciones y tejido redes, creando así efectos de sinergia para lograr su objetivo.
Las Iglesias minoritarias con frecuencia están bien relacionadas a nivel internacional, se comunican entre ellas y mantienen contacto con otras Iglesias de otros países, tanto con Iglesias mayoritarias como con otras minoritarias. De este modo, se benefician al mismo tiempo tanto de un apoyo como de una ayuda externa constructiva.
Las Iglesias minoritarias, que tienen pocos miembros y a veces importantes áreas de influencia, tienen automáticamente múltiples puntos de contacto con el mundo y a menudo son más cercanas a los miembros de la sociedad, a quienes pueden escuchar sin intermediarios. Son, por tanto, de una manera más sencilla, la Iglesia a la escucha que capta los problemas de la gente.
Además, las Iglesias minoritarias tienen la ventaja de vivir sine vi humana, sed verbo, es decir, sin el poder del hombre sino únicamente por la Palabra de Dios. Desprovistas de ese “poder” y sin necesidad de temer por sus privilegios seculares, no poseen más que sus argumentos para convencer a posibles colaboradores o a responsables de la toma de decisiones. De este modo, sine vi humana, sed verbo, la diáspora eclesial puede difundir la verdad del Evangelio en diferentes ámbitos de la vida social y hacerse oír en favor de la paz y la justicia sin tener que preocuparse por otros intereses.
Elegir creer ante cualquier situación
a. Aunque la identidad de la diáspora conduce al ecumenismo y, a pesar de que realidades similares vividas por otras Iglesias puedan servir como recurso y como oportunidades de aprendizaje, la Iglesia sigue siendo la única que puede decidir de qué manera concreta actuar en su contexto como iglesia diseminada.
b. Si bien es cierto que algunas situaciones a veces pueden ser comparables, nunca hay dos situaciones completamente iguales. Los contextos históricos, culturales y políticos de las Iglesias son distintos, los recursos disponibles son también muy diferentes y los imponderables, así como las lógicas, a los que cada Iglesia se ve sometida, influyen en la realización de su propia diseminación. En Europa, varias Iglesias consideradas como Iglesias de Estado, están estrechamente ligadas a sus países, incluso desde el punto de vista institucional (por ejemplo, en Dinamarca), otras gozan igualmente de importantes privilegios por parte del Estado, especialmente como colectividades de derecho público (p. ej. en Alemania), y otras se encuentran todavía desprovistas de cualquier apoyo de los poderes públicos (p. ej. en una gran parte de Francia). Asimismo, ¡los problemas y necesidades de los países tampoco son idénticos!, de manera que las posibilidades de actuar son distintas para cada Iglesia, según su situación específica en el país y para cada comunidad local. Por tanto, es necesario sopesar los pros y los contras, priorizar en función de cada situación concreta e, imperativamente, demostrar creatividad, tanto para gestionar los recursos como para explorar nuevas vías.
Traducción del francés. Arts. I y II Augusto G. Milián y Teresa Baquedano
En prepararación la traducción del francés del Art. IIb Gabriella Leal
Actualidad
El Consejo de Dirección de la Sociedad Bíblica mantuvo su primera reunión de 2023, el pasado día 18, en su sede de la C/ Áncora 23, esquina C/ General Lacy.
Una sesión de trabajo en al que se abordaron temas pendientes como la elección de vicepresidente del Consejo. Por unanimidad, salió elegida Lidia Rodríguez que, junto con Manuel Álvarez asumirán la dirección durante los próximos dos años.
Se analizaron y recibieron los informes de Comunicaciones y presencia de la Entidad, el informe de publicaciones, la presentación de nuevos proyectos, así como el seguimiento de los proyectos en desarrollo, el informe económico 2022 y el presupuesto 2023.
Un diverso y armónico equipo de hombres y mujeres al servicio de la obra misionera de la Sociedad Bíblica en España.
Actualidad
Desde 2014 la Asamblea General de las Naciones Unidas conmemora cada 30 de julio, el Dia Mundial Contra la Trata de Personas, un delito que afecta a niñas, niños, adolescentes, mujeres y hombres.
Una realidad vergonzosa y ultrajante
Sin duda alguna, la lucha contra la trata de personas se ha erigido como uno de los mayores retos del siglo XXI.
El delito del tráfico de personas aparece en el contexto mundial, no solamente como uno de los más abominables, por lo que implica la violación sistemática de derechos humanos conexos a él.
Miles de personas víctimas de las redes se pasean por aeropuertos, terminales de autobuses, centros comerciales, parques y avenidas de los países de origen, de tránsito y de destino, sin que puedan hacer nada.
No conocen el idioma, no saben a quién dirigirse, tienen miedo, están amenazadas, están demasiado afectadas social y psicológicamente, están en condición de ilegal y no poseen ningún tipo de documentos.